Recuerdo que iba acompañando a mi Madre, aunque ya no recuerdo que tienda era, recuerdo que estaba muy aburrido y tenía ganas de todo menos de estar ahí, sentado y obligado a estarlo, mientras mi Má algo pedía en el mostrador y hablaba con una de las muchas empeladas, había mucha gente, era una tienda grande, había de todo tipo de gente y recuerdo que el sol de medio día entraba por en par de puertas abiertas de par en par, sin que hacer me dediqué a observar a la gente que pasaba y que iban de un lado a otro siempre aprisa.
Ese día habíamos ido a visitar a mis tíos, que recién habían bautizado a su hija y era pequeñita y llorona. En ese entonces el DF no era para mi lo que es ahora aunque iba con suma frecuencia.
Recuerdo que estaba vestido de pantalones grises, zapatos negros y camisa fajada blanca con destellos azul cielo, llevaba el cabello sin gel, sin nada, natural, una melena de “príncipe encantado” que tal vez serían la base, de mi fugaz éxito que llegaría tan rápido como lo perdería para siempre.
No recuerdo haberla visto entrar, estaba muy ocupado sonriéndole a una señora que por alguna razón le habían parecido bonitas mis ropas y no dejaba de halagarme, mientras mi madre al voltear sonreía sin casi dejar de mirarme.
De pronto ahí estaba ella acompañada también de su Má, con los ojos azules casi grises, una boca rosada como los cielos de Mayo y el cabello tan rubio como el maíz dulce, llevaba un vestido blanco con puntitos azules y rojos, simplemente divina.
En esos momentos su belleza no fue lo que me impacto, fue que me miró y me sonrió, sin inmutarme, ni pensarlo corrí hacia ella despavorido y nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida, cual fue mi impresión que cuando nuestros cuerpos chocaban su cara se frunció y me tiro al piso con fuerza, pasmado pero sin perder la sonrisa me levante ágil y la intente tomar con ambas manos, ella me esquivo con facilidad y se simplemente fue y se sentó.
Pensé en hacer mil cosas, antes miré en dirección hacia mi Madre y me percate que estaba distraída, así que corrí a sentarme alado de ella en el escalón, de re ojo alcance a ver como su madre nos miraba pero no me importo.
De alguna manera casi instintiva nuestras miradas coincidieron y olvidamos que había mundo, que había gente en la tienda y que nuestras Madres estaban a escasos metros de nosotros, simplemente nuestras cabezas se juntaron al mismo tiempo que mis labios tocaban los suyos, sentí una sensación única, nueva y especial, escuché también el sonido de una fotografía, la cual no comprendería en ese momento.
Todo fue en un instante, y habrá durado un par de segundos, cuando escuché la risa de mi Madre que se acercaba, salí de la ilusión de ese tierno beso y su bella risa me hizo comenzar a reír también. La tienda entera nos miro y la mayoría exclamó al unísono “¡¡Qué tiernos!!” mientras nuestras Madres nos tomaban en brazos.
Las dos, gustosas, intercambiaron direcciones y mi Madre le hacía prometerle que le enviaría la foto de aquel, mi primer y con seguridad el más tierno beso que daré jamás.
Nunca más la he vuelto a ver en persona, aunque según me dijo mi Madre ahora trabaja en la televisión y mantiene su belleza plena, arrolladora.
Me pregunto que diría ahora si viera esta foto: Besito