lunes, 12 de mayo de 2008

No importa si comienza o si acaba, tampoco importa si se siente bien o mal, o mucho menos si te pela el alma. Lo único que quiere es amarte, lo único que siente es tu vida, lo único que le enloquece, es tu síndrome de vivacidad pulcra, lleno de espasmos de maravilla sideral.

Cunado vienes aquí, te siente hasta los huesos y cuando te vas se siente desecho y se oprime hasta desvanecerse, ensimismado en una locura cósmica, sin gravedad ni centro, sin x ni y.Sin tiempo ni espacio.

Un algoritmo de incontinuidad caótica de pasión fermentada, un llano entero, luminoso y pálido.

Pero ya no más, fue todo lo que soporté, fue todo lo que permití. La vida nos separó, el hombre obedeció a los profetas, se predestinó a sucumbir de amor. De la raíz de la vid hasta del tronco del abedul, fibrosa pasión que encajada de alambres de seda dispersan mi mente, en un caleidoscopio de colores intensos, fluorescentes a la luz de la luna, que sentada en tu cama, te dice cuando dormir y te ordena cuando apagarte mitigando tu ansia carnal, que justifica tu ser, tu mirada, tu inmensidad.