Era un día que podía llamarse fresco, aunque el clima parecía acogedor, el viento obligaba a la mayoría de los peatones a usar alguna protección contra su gélido y punzante soplar.
Desde lo alto observaba como la gente como manadas descoordinados avanzaban de un lado a otro, todos con prisa y con un rumbo definido, pocos pensaban en mi.
En este mundo solo hay una luna, solo hay un sol, que monopolizan los días y las noches, que controla las mareas y las hormonas, que iluminan y resplandecen como polos opuestos de opulencia descomunal.
Sabía que con el tiempo oscurecería, siempre era así en este mundo. Para existir necesito un cambio, un instante, de un humor de una reacción para existir y tomar forma.
Al observar directamente la incandescente estrella pude lograr ver su centro fugaz y me decidí caminar sobre él, para intentar sentir lo que llaman calor, aquel calor que dicen que genero y que jamás podré sentir.
Para mi no hay tiempo, ni espacio, no hay realidad ni tampoco sueños, no hay bien, ni hay mal. Si pudiera elegir te elegiría a ti, si pudiera amar, te amaría a ti, si pudiera ser; seguro sería humano para generarme más seguido y empapado en poder cambiar el rumbo de las cosas.
Soy el amor, puro y joven, fresco y turbio, plagado de sensaciones coloridas, llenas de atracciones imposibles e ilimitadas, solo mitigadas con el cúmulo de la acción y el sentimiento pleno.