Caminábamos descalzos entre el alto gramado, había un sol radiante de invierno, brillante pero no incandescente, lo contrario a nuestras miradas, llenas de tesón y picardía.
Mientras revoloteaban las mariposas llenas de ilusión y los pajarillos empapados de rocío y esperanza, tu sonreías con esa ternura que regocija mi corazón.
Lo último que recuerdo son los dorados rayos de sol alrededor de tu suave vestido de manta pulcra.
Tu sonrisa sonrojada me deja enmarañado.
Sí otra vez soñé contigo…